Las mejores oportunidades a menudo suelen presentarse cuando transitamos por los peores momentos, lo único que necesitamos es soportar la incomodidad inicial que las circunstancias nos producen, y cultivar la actitud adecuada que nos permita ver y aprovechar las posibilidades que se nos presentan.
Los Peores Momentos
Son las 4 de la madrugada y sigo sin poder conciliar el sueño. Los 25 grados de temperatura y los malditos mosquitos están convirtiendo mi noche en un infierno.
Después de 13 días recorriendo Portugal con mi mochila me encuentro en Aveiro, un pueblo cercano a la costa apodado por no se quién como la Venecia portuguesa. Una pequeña gran burla, sin duda.
La noche había comenzado bien después de haber cenado las mejores sardinas a la brasa que puedo recordar, seguidas de un paseo nocturno recorriendo la localidad; me encantan las ciudades de noche ¿te lo había dicho?
Caminando junto a los canales que recorren algunas calles del pueblo, pude comprobar que el agua que discurría por ellos durante la tarde había prácticamente desaparecido, y ahora solo quedaba un montón de basura húmeda pestilente, con hordas de mosquitos revoloteando sobre ella.
De regreso al albergue pensé en acostarme pronto y descansar lo máximo posible con el fin de aligerar el cansancio acumulado, para seguir mis aventuras al día siguiente en mi próximo destino, Oporto, pero los malditos chupasangres no compartían mis planes.
La habitación no tiene aire acondicionado, y la pareja de franceses con la que la comparto ha dejado la ventana de al lado de su litera abierta para intentar mitigar el calor… Los mosquitos enseguida comienzan a zumbar revoloteando a mi alrededor.
A las 4.3o, y después de más de tres horas de lucha, sudores, y media docena de picotazos, me digo a mí mismo que la batalla está perdida y es el momento de largarme. Me levanto y me voy al baño donde compruebo que las picaduras ya son nueve y comienzan a hincharse y a escocer. Cojo el móvil y consulto el horario de trenes hacia Oporto, me está esperando uno a las 5.22, ya me tarda.
Decido que me sobra tiempo para darme una ducha y me pongo a ello, solo para descubrir después de varios minutos que el agua no se calienta. Resoplo un poco al principio, bastante más cuando el agua comienza a calentarse cuando ya estoy aclarándome, y mucho más cuando al salir veo un cartel que dice: «el albergue dispone de un sistema de calentamiento solar del agua, y por ello es posible que tarde en calentarse varios minutos».
Termino de hacer la mochila con los mosquitos zumbando y esperando su momento que ya no llegará. Bajo a recepción para largarme solo para descubrir que no hay nadie, no esperaba menos. Después de recorrer varias estancias encuentro al chaval de guardia dormido profundamente en un sofá; me cuesta despertarle, a estos portugueses les dan igual los mosquitos y el calor, son inmunes por entrenamiento.
Pongo un pie en la calle desierta a las 5.07, me separa un kilómetro y medio de la estación de tren, toca correr.
Sin dormir y con muy poca energía, con unos 10 kilos de mochila rebotando en mi espalda y 25 grados de temperatura, el trayecto se me hace eterno.
A los 300 metros comienzo a sudar, a los 600 ya solo puedo respirar por la boca, a los 900 estoy empapado en sudor, a los 1200 tengo que parar para coger resuello, y a los 1500 alcanzo mi meta, pero el esfuerzo hace que no pueda tan siquiera celebrar que lo he conseguido.
Son las 05.16, han sido 9 minutos de carrera y sufrimiento para alcanzar la gloria, lo cual no está mal para un cuarentón desnutrido, y solo acierto a dar gracias por haber sido constante en mi programa de entrenamiento.
Sudoroso, con el corazón todavía desbocado y las manos temblorosas, intento sacar el billete en un cajero automático. Me cuesta pensar y no atino con las opciones, tengo que repetir dos, tres veces, el pago es con monedas, se me caen al suelo ¡DIOS!
Al fin lo consigo y busco el andén número 3, he podido comprobar que aquí los trenes son muy puntuales, y más si no viaja casi nadie. Si lo pierdo tendré que esperar un par de horas por el siguiente, y la sola idea hace que se me retuerzan las tripas.
Entro en el vagón a las 5.22 exactas, me da tiempo a inmortalizar el momento cuando el tren comienza a moverse, y todavía temblando y resoplando me derrumbo en mi asiento.
Poco a poco me voy recuperando y me pongo a revisar la mochila, no he perdido nada pero está todo tan revuelto que de no tener olfato dudaría seriamente de poder distinguir la ropa que ya me he puesto de la que no.
Estoy solo en el vagón pero pasan dos estaciones y se sube una chica joven con una gran bicicleta, nos miramos con curiosidad, ella sonríe (tengo un montón de cosas esparcidas por los asientos), y enseguida comenzamos a hablar.
Me cuenta que se llama Victoria y tiene 24 años, que vive cerca de un pueblo llamado Canelas, y trabaja de camarera durante 10 horas al día en una cafetería de un lugar próximo a Maceda. Que se levanta todos los días a las 5 de la madrugada, coge su bicicleta y se sube al tren, y que después de bajarse todavía le quedan unos 20 minutos pedaleando hasta llegar a su trabajo, que comienza a las 7. Que los sábados entra una hora antes, a las 6, que descansa el domingo y vuelta a empezar.
– Un trabajo duro con un horario muy exigente, le comento.
– No te creas, no es para tanto, me contesta.
Sonrío para mis adentros.
Tan solo hace unos instantes que yo parecía desesperado y maldecía ante la única y absoluta preocupación de perder un tren sin mayor consecuencia que tener que esperar al siguiente. Recibo y encajo la bofetada de realidad, reflexiono, la asimilo y la agradezco.
Llevo muchas horas despierto pero es solo en este momento que he conseguido abrir los ojos de verdad.
Las Mejores Oportunidades
Son las 6.40 de la mañana cuando llego a Oporto, justo a tiempo de contemplar como el amanecer comienza a iluminar la ciudad. Las calles están semidesiertas y me encuentro bastante bien después del forzado ejercicio matutino y las sabias lecciones de la vida que van limpiando mi basura mental, por lo que decido que es una buena oportunidad de disfrutarlo y dar un paseo haciendo algunas fotos.
Una hora después, tras un largo y maravilloso recorrido por la ciudad, me planto en el albergue en el que he reservado noche esperando dar pena y convencerles de que me den una cama donde poder tirarme, que descansar ya se verá.
No cuela, me dicen que no porque no solo las normas establecen que la entrada es a partir de las 14, sino porque también tienen todo lleno.
Aparco mi mochila, me refresco durante un buen rato en el baño, y me acomodo en recepción dispuesto a seguir despierto unas cuantas horas más.
Durante la mañana las mejores oportunidades siguen apareciendo. No solo he conocido a Victoria en el tren, una chica increíble que ha supuesto para mí una gran bocanada de aire fresco, y he podido disfrutar de un amanecer impresionante, también conozco a Juan Pedro, un peruano afincado en Miami que me ofrece con gran generosidad su casa, y con el cual doy un relajante y enriquecedor paseo, subiendo al mirador de la Torre de los Clérigos a primera hora sin tener que hacer cola (que es lo habitual).
Más tarde, pensando en comer pronto y acostarme inmediatamente cuando me admitan en el albergue, me hago una ruta dejándome caer por Casa Guedes, donde disfruto de la mejor ‘sande de pernil’ de Oporto, y por el Conga donde degusto la mejor ‘bifana’, todo ello cogiendo un buen sitio y sin esperas (también lo habitual), debido a pasarme a una hora más temprana de lo que normalmente haría.
Satisfecho y con el estómago lleno, y después de comprar un espray antimosquitos en una farmacia por si hay guerra, regreso al albergue dispuesto a descansar.
Me dan habitación y por fin llega el momento de reposar mis huesos. Me desplomo en la cama dispuesto a abandonarme solo para comprobar como en una obra adyacente los obreros martillean el hormigón con una moto neumática.
Aprieto los dientes y respiro profundamente, cierro los ojos y la imagen de Victoria regresa a mi mente, sonriendo.
Me pongo los cascos, hago sonar en bucle Only Time de Enya y me dejo llevar…
Hoy no me cambiaría por nadie.
[Foto de portada: amanecer en Oporto]
Madre mía Juan. Vaya entrada. No solo el contenido, también el continente es enorme. Fenomenal estilo. Vibrante. De lo mejor que te he leído. Se ve que viajar te sienta genial.
Las mejores oportunidades aparecen cuando menos te lo esperas, pero para esto hace falta también un ojo entrenado capaz de ver en una chica con una bici, una oportunidad de conocer a una persona estupenda y de paso relativizar las cosas.
Espero con ansiedad más capítulos de tu «mochila portuguesa».
Un saludo.
Me alegra que te haya gustado Pako, estoy de acuerdo contigo en que me sienta bien viajar, ¡y lo que se aprende!
Espero escribir algún capítulo más de esta gran experiencia mochilera, lo que no te aseguro es cuando.
Un saludo.
Para estar tan desnutrido se te ve muy vital. La vida odia el vacío por eso lo llena todo de circunstancias, por lo que veo, propicias para ti (a pesar de los mosquitos). Disfruta y coge algún kilo para el invierno. Saludos, Juan.
Lo de desnutrido era solo esa madrugada, que me encontraba bastante flojo sobretodo por el calor y no haber descansado. Y difícilmente cogeré peso, va con mi metabolismo; cuando viajo suelo comer fatal, mucho procesado, dulces, comida rápida, lo que se tercia, y sin embargo siempre adelgazo varios kilos; serán las circunstancias 😉
Un saludo jefa!
Interesante entrada, Juan. Te felicito.
Magníficas fotos.
Un saludo,
Livia
Muchas gracias Livia, tengo claro de quién aprender 😉
Un Saludo!
Vaya Juan! Parece que tu viaje de mochilero empieza a dar sus frutos! Espero que sigas contando más sobre esta aventura ya que estoy interesado en visitar Portugal, y este año a ser posible!
Sin duda viajando es cómo mejor se disfruta de este tipo de situaciones, sobre todo si lo haces sólo, ¡es imposible quedarte sin nuevas experiencias!. Estas pequeñas cosas son las que engrandecen los viajes. Seguramente si hubieras viajado con alguien puede que ni te hubieras dado cuenta de que Victoria estaba allí, y seguramente no habrías conocido al chico peruano.
Espero que disfrutes mucho de tu viaje. Yo después de mi aventura en solitario por Irlanda me quedo con esta frase como conclusión:
«Lo realmente fascinante de un viaje no es del destino en sí, sino la gente con la que te cruzas en el camino»
Un abrazo!
Estoy muy de acuerdo contigo Oliver, cuando he viajado acompañado la interacción es más limitada y se pierden muchas oportunidades que, estando solo, sí se saben apreciar y aprovechar.
Tu frase me recuerda que lo más importante no son los lugares o las circunstancias, sino la actitud que tengamos nosotros en cada momento, una gran reflexión a tener siempre presente.
Mi aventura portuguesa ya ha terminado (por ahora) y seguramente escriba algún otro post sobre ella, pero si quieres que te explique alguna cosa o te de mi opinión sobre algo, solo tienes que contactarme por el medio que te resulte más cómodo y lo hablamos.
Un abrazo!
Buenas Juan.
Espero que hayas comido Francesinhas, Carapaus y sardinas…si no no has estado en Portugal:)
Buenas y perdona que ayer no he tenido tiempo de contunuar…
Espero que hayas comido Sopa en todos los Pueblos. Comido Arroz de Marisco, Açorda de Camarao, Feijoada, Cenado mucho pescado, Probado las Bifanas, Moelas e la cerveza Super Bock en una terraza en frente al mar.
Para conocer Portugal tenias que haber visitado: Guimaraes, Braga, Porto, (Aveiro solo la playa da Barra…El resto…nada) Coimbra, Leiria, Batalha, Alcobaça,Ferreira do Zezere, Vila de Rei, Constancia, Tomar, Porto de Mós, sao Pedro de Moel, Nazaré, Obidos, Peniche, Sintra ( Quinta da Regaleira y los jardines), Lisboa, ( No hace falta, ya que se puede visitar durante todo el año) Sesimbra, Evora, Reguengo do Monsaraz, Alqueva, Vila Nova de Milfontes, Odeceixe, Sagres y Lagos…
Sin Esto, no has estado en Portugal
Bueno Nuno, no tengas dudas de que no he estado en la mayoría de lugares que mencionas, y te agradezco todas las recomendaciones que me guardo para el futuro, aunque si aplicas esta filosofía viajera cuando visitas otros países, ya te veo disponiendo de varios meses para cada uno porque sino, tampoco habrás estado 🙂 .
Un saludo.
Tremendo Juan! Menos mal que supiste ver lo bueno en una situación que parecía desesperante.
Portugal es como mi segundo país de nacimiento, si es que de eso se puede tener jajajaja.
Me crié en la frontera entre Elvas y Badajoz; la primera vez que salí de casa me fui a vivir a Lisboa y han sido muchos los veranos que he elegido como destino el Algarve.
Amo ese país, sus sopas, sus playas.. y la paz que se respira.
No dudo que pese a estos «minicontratiempos» disfrutaras de un estupendo viaje!!!
Pues mira por donde Ana, el Algarve es la zona de Portugal que me quedó por visitar, y como tampoco conozco Badajoz ni Huelva pues quizá algún día les dedique otra excursión jeje.
El viaje tuvo de todo y sin duda fue estupendo, no solo por el país visitado y la gente que conocí, sino también por todo lo que pude aprender 🙂
Dale!!!!