No sé cual es tu postura con respecto a la muerte que a todos nos acecha, ni cuales son tus creencias acerca de cómo te sentirás, o de qué pensarás cuando ese momento llegue (si es que tienes la oportunidad de hacerlo). Tocando el vacío es una historia de supervivencia en la que descubrirás qué piensa un ateo al borde de la muerte, y sobretodo, qué camino decide escoger.
La muerte es un hecho difícil de asumir para los seres humanos debido precisamente a nuestra capacidad de poder reflexionar sobre este acontecimiento. Morir es algo terrible, nos aterroriza imaginar que todo se acaba ahí, y es por ello que recurrimos a la fe y las creencias de que «hay un más allá» con el fin de mitigar la angustia que pensar en ello nos produce.
No hace mucho conversaba con un amigo acerca de cómo se comportaría un ateo en una situación en la que creyese que estaba a punto de morir. Desde su perspectiva de creyente, él defendía que en una situación de ese tipo cualquier persona sobre la tierra, creyente o no, imploraría ayuda a un ser superior. Desde mi perspectiva de ateo yo defendía que para nada eso tenía que ser así pero… ¿cómo averiguarlo sin haber pasado por ello?
Pues bien, hace unos días he estado viendo una película-documental que creo nos ayudará a encontrar una respuesta a lo que planteábamos en esa conversación. Por lo menos una, la de su protagonista.
Tocando el Vacío
Tocando el vacío es un libro basado en hechos reales escrito por Joe Simpson en 1999 ya un poco difícil de encontrar (ediciones Desnivel). Posteriormente se rodó una película-documental en el año 2003 sobre los mismos hechos (y con el mismo título), y que es la que yo he tenido la oportunidad de ver.
[A la izquierda la película, a la derecha el libro]
Película y libro narran la historia dramáticamente real de dos alpinistas, Joe (autor del libro) y Simon, que en 1985 se enfrentaron al reto de escalar el Siula Grande (montaña situada en la cordillera de los Andes en Perú de 6344 metros) por su nunca antes escalada cara occidental.
Se trataba de dos escaladores de alto nivel y con bastante experiencia que una vez establecido el campamento base a los pies de la montaña, escogieron el estilo alpino que tan bien dominaban para enfrentar el reto, lo cual les permitiría acarrear el material justo y escalar muy deprisa, pensando en coronar y descender en el menor tiempo posible.
El asunto no salió como esperaban y llegar a la cima se convirtió en toda una odisea, debido por un lado a la complejidad de la montaña, y por otro a un clima adverso en forma de fuerte ventisca que no habían previsto. Tardaron unos tres días en coronar, pero lo peor estaba por llegar.
La mayor dificultad en alpinismo se encuentra en los descensos, que es cuando se producen la mayoría de los accidentes, y ellos empezaron a comprobarlo cuando el cuarto día se quedaron sin el gas que les permitía derretir la nieve para obtener agua, lo que suponía descender hasta el campamento base sin poder beber.
El temporal de nieve arreciaba y las cosas se complicaron aún más cuando Joe cayó por una cornisa y se rompió la tibia hasta la rodilla, lo que le dejó totalmente dependiente de su compañero. Sabían que nadie iría a rescatarles y, a pesar de las tremendas dificultades que supondría intentar descender juntos, lo que podría suponer la muerte de ambos, lo intentaron.
Usando las cuerdas de que disponían Simon intentaría ir descolgando al maltrecho Joe de 100 metros en 100 metros, pero este se topó con un abismo que desembocaba en una gran grieta. La nieve cedió y se despeñó cayendo al vacío, quedando suspendido en el aire por la cuerda que sostenía su compañero.
Debido al temporal y a la distancia que les separaba no podían verse ni oírse entre ellos, y aún así Simon luchó contra los elementos y aguantó el peso de su compañero durante unas dos horas. Pasado ese tiempo sin señales de vida pensó que Joe habría muerto, y decidió cortar la cuerda e intentar descender, ya que de no hacerlo él también acabaría muerto.
Al cortar Simon la cuerda Joe cayó unos 50 metros hasta una sima situada dentro de la grieta, pero sobrevivió al golpe, y fue entonces cuando Joe supo que su compañero estaba vivo, pero él prácticamente muerto, enfrentado a una situación desesperada, aterrorizado y en la más absoluta soledad.
Qué piensa un ateo al borde de la muerte
Este es el punto de la historia dónde sobreviene la cuestión que te planteaba al principio del artículo, y dónde también surgen las respuestas.
En palabras del propio Joe:
Estaba absolutamente convencido de que estaba solo y de que nadie iría a rescatarme. Me educaron en la religión católica, pero hacía mucho tiempo que había dejado de creer en Dios. Siempre me había preguntado si en una situación desesperada, o bajo una gran presión, cambiaría y rezaría pidiendo «sácame de aquí», pero no se me ocurrió en ningún momento. Eso significa que realmente no soy creyente. La verdad creo que cuando te mueres, te mueres, no hay vida más allá, no hay nada.
Lo que sucedió es que Joe empleó todos los recursos mentales y físicos de que disponía para intentar salir de su desesperada situación, en vez de abandonarse o de entregarse a las plegarias. Y lo cierto es que, después de pasar allí una noche absolutamente infernal, lo consiguió.
Ante la imposibilidad de escalar la grieta por donde había caído, decidió descender descolgándose con una sola pierna, sufriendo terribles dolores, y venciendo el terror que le producía la incertidumbre y la oscuridad de lo más profundo, siendo allí dónde consiguió encontrar una salida, a través de un boquete por el que entraban unos rayos de sol.
Una vez fuera de la grieta continuó por el exterior arrastrándose durante tres días por un enorme glaciar plagado de grietas y peligros ocultos por la nieve, haciendo frente a una deshidratación y desnutrición extremas, y a una ceguera parcial, ya que sus córneas estaban quemadas por el sol, además de las de por sí terribles condiciones climáticas de la montaña.
Al séptimo día Joe estaba convencido de que no sería capaz de recorrer la distancia que le separaba del campamento base, y por lo tanto de que iba a morir, manifestándolo con esta reflexión:
No parece muy racional seguir arrastrándote cuando estás convencido de que no te servirá de nada. Creo que fue por la soledad, por la sensación de abandono que siempre estaba presente. No seguí arrastrándome porque pensaba que podría sobrevivir, creo que lo que quería era estar con alguien cuando muriera.
Y siguió arrastrándose hasta caer la noche, cuando las tentaciones de abandonarse y dejarse ir comenzaron a resultarle abrumadoras. Después de haber pasado cuatro días y tres noches desde su caída, y completamente destruido física y psicológicamente, su resistencia estaba al límite y se encontraba al borde del delirio y la locura.
Pasé mucho tiempo allí sentado, sin saber qué hacer, hasta que se me ocurrió meterme en mi saco de dormir. Por alguna razón me pareció una forma lastimosa de acabar. No sé lo que ocurrió el resto de aquella noche, dejé de mirar el reloj y todo se volvió muy confuso. No recuerdo haber pensado en alguien querido o cosas parecidas, tan solo hubo un momento en que comenzó a sonar en mi cabeza una canción de Boney M, y la verdad es que no me gusta la música de Boney M. Y siguió así durante horas y pensé: «hay que joderse, voy a morir con una canción de Boney M».
En medio de sus delirios Joe alcanzó a percibir un olor muy intenso que le proporcionó algo de lucidez. Comprendió que estaba arrastrándose por la letrina que usaban en el campamento base, y empleó sus últimas fuerzas para gritar todo lo fuerte que pudo esperando que alguien pudiese escucharle.
Simon, que se había resistido a abandonar el campamento, se encontraba durmiendo en una tienda de campaña a unos 200 o 300 metros en compañía del auxiliar Richard, que les había ayudado en los preparativos, y fue éste último quién escuchó los gritos de Joe.
Cuando le encontraron casi no podían creerlo. Era la viva imagen de un fantasma que había perdido más de un tercio de su peso corporal, que reconoció sentir el abrazo de su compañero como algo indescriptible, y que lo primero que alcanzó a susurrarle al oído fue: «yo hubiera hecho lo mismo».
Tras dos años y seis operaciones Joe volvió a escalar.
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Estos son los hechos, tuyas son las conclusiones.
Y por si te apetece compartirlas en los comentarios, dime:
¿Qué piensas acerca de esta terrible experiencia?
¿Cuales son tus reflexiones al respecto?
[La foto de portada es el túnel que conduce al ascensor que sube al Castillo de Santa Bárbara, en Alicante]
Ese túnel de la foto por la sensación y esa extraña experiencia vivencial que sucede mientras lo recorres, me acaba de hacer pensar que es inolvidable, si, supe de qué túnel se trataba, nada más verlo.
Espero que me disculpes por opinar al respecto pero con otra historia. Historia que puede parecer paralela porque tampoco habla de fe, ni dioses, ni túneles ante la muerte. Habla de motivos y yo quiero pensar o a mi me gusta pensar, que también habla de Amor, aunque eso también queda al libre albedrío de cada quien.
Otra de las historias que cuenta uno de los documentales de National Geographic (la que a mi me pellizcó por dentro y me ha hecho recordar esta historia sobre situaciones extremas y límites), es la historia de un piloto de avioneta que se encargaba de llevar provisiones a lugares recónditos y en uno de los trayectos, la avioneta falló y se quedó en el medio de un desierto. Sobrevivió al accidente pero maltrecho, rompiéndose una pierna o las dos (recuerdo que apenas podía moverse). Dolor, calor y sol en el medio de la absoluta NADA.
Decidió salir arrastrándose como pudo hasta quedarse bajo la sombra de una de las alas con la esperanza de que vinieran pronto a rescatarle. La certeza de que pronto notarían su ausencia y vendrían a rescatarle le mantuvo vivo. Pasaban las horas, el dolor, el calor y la insoportable espera pero nadie llegó. Llegó la noche, el frío y un guepardo que tras husmear un buen rato a su vera, decidió no morder. Volvió a sobrevivir. Siguieron pasando las horas, el dolor y la espera y llegó el día y de nuevo el sol. Hubo un momento en el que llegó a la conclusión de que si ya no le habían encontrado, ya no le iban a encontrar nunca y que por delante tenía el sol, el dolor, la sed y de nuevo la noche y probablemente el guepardo.
Entonces, decidió rendirse (descansar del insoportable dolor) y supo y fue consciente en ese preciso instante (y lo cuenta con una sobrecogedora certeza) que si él hubiera querido hubiera muerto por decisión propia.
Entonces, cuando ya había decidido no seguir esperando, cuando ya había agotado la última esperanza, recordó que sus perros le estaban esperando.
Nada que disculpar Lucía, muy al contrario, siempre agradezco tus emocionalmente ricos comentarios 🙂
Lo que interpreto de la historia que compartes es que el piloto decidió luchar por sobrevivir, y que lo consiguió, debido al amor que sentía por sus perros ¿no es cierto?
Tengo claro que el amor es una gran fuerza impulsora en cualquier circunstancia, y puede ser tanto el amor por uno mismo y la propia vida, como por algo o alguien, siendo la combinación de instintos naturales, emociones y voluntad racional lo que nos hace capaces de lograr semejantes «hazañas».
¡Un abrazo!
Hola Juan, la verdad que la muerte es algo en lo que nunca pienso, sé que podemos irnos en cualquier momento; sólo espero poder hacer todas las cosas que quiero antes de eso. Tampoco soy creyente y a mí más bien pensar que pueda haber vida después del más allá me asusta un poco, preferiría que en la muerte se acabe todo.
La historia que haz contado nos muestra que no hay ningún Dios que te salva (en mi opinión) es tu propia fortaleza y voluntad. No culpo a nadie de mis fracasos y desgracias, sé que soy la única responsable y también celebro mis logros porque nadie me lo ha regalado, me he rajado por ello. Aunque no crea en Dios, creo que hay algo allá afuera, una energía, no sé cómo explicarlo, yo le llamo universo; agradezco por todas las cosas buenas que tengo que están fuera de mi control, salud, familia, no estar en medio de una guerra, etc, etc…siempre he querido entender la pasión de los alpinistas, de hacer un deporte que implica tanta dificultad y muchas veces la vida propia para llegar por unos minutos a la cima de una montaña. Bueno supongo no es algo que a mí me mueve simplemente; pero no deja de ser admirable todo el esfuerzo implicado y pensar que a uno a veces se le hace una odisea lograr algo mucho menos insignificante. Hace unos días escuchaba una conversación de Tim Ferris en su blog con Jimmy Chin quién ha hecho hace poco el documental «Meru» sobre alpinismo también, una montaña mucho más peligrosa que el Everest. Este tipo es una leyenda (photographer, filmmaker, climber, skier) me fascina el hecho de que estas personas no ven nada imposible y bueno ya me salí del tema jaja.
Gracias por el post, estaba esperando uno nuevo.
Saludos,
Muy curioso tu punto de vista Pamela ya que lo más habitual (como comenta Mario) es que pensar que hay «algo» más allá de la muerte física sea reconfortante para quien lo cree, y le ayude a enfrentarse al «shock» que plantea dicha muerte, y no al revés como es tu caso. Quizá en ti pesa más el miedo a lo desconocido que a lo conocido, no lo sé.
En cuanto a los alpinistas son diversas las causas que pueden moverles a hacer lo que hacen, desde superación personal, búsqueda de libertad, realización, hasta afán de reconocimiento y relevancia, que de todo habrá. Como explico en el artículo «dolor y placer, las fuerzas que dirigen tu vida«, la explicación a todas nuestras conductas está en las asociaciones que tenemos entre ellas y el dolor y placer que nos producen. Todo lo que hacemos se ve afectado por esto, por lo que te recomiendo le eches un vistazo al post, para mí es bastante esclarecedor de «por qué hacemos lo que hacemos».
Muchas gracias a ti por pasarte y aportar.
Saludos.
Definitivamente en mi pesa más el miedo a lo desconocido y por ello siempre me cuesta hacer cambios. Si ya había leído el post que recomendaste, muy bueno y no he dejado que el miedo al dolor que implica hacer cada cambio me detenga; he dejado más de una vez todo para empezar de cero, parar probar otra cosa. Mudando de ciudad en ciudad, dejando mi país varias veces; aunque a veces me he preguntado si me he atrevido a dejar para cambiar o solo he ido escapando; porque creo que puedes ser feliz en cualquier lugar solo depende de uno hacer que las cosas funcionen.
Solo es difícil encontrar lo que buscas cuando no sabes lo que estás buscando; es que como aquella vez que mencionaste a una chica alemana creo que dejó su trabajo para probar en un año varios trabajos hasta encontrar uno que le de verdadera satisfacción, pues yo sigo buscando.
Ah gracias Mario por mencionarme, si pienso que la gratitud es algo que siempre debemos tener presente.
Hola Juan,
Me encantó el documental de Tocando el Vacío. Tiene unos momentos impresionantes y está filmado de forma increíble. Bueno, a mí es que me gusta mucho la montana…
Yo ultimamente me he vuelto un punto «espiritual». Antes era ateo. Ahora no creo que todo esto es simplemente casualidad. Por eso me gusta la idea de la reencarnación y además me siento más tranquilo con ella. Como no se puede demostrar ni dejar de demostrar, a final es cuestión de creer en una cosa o en otra. Hipótesis cualquiera de ellas.
Me gusta ver la muerte como un cambio a otro sitio que ignoro. Como el final de una etapa. Ya veremos, cuando llegue!
Ah, y me ha gustado mucho el mensaje de Pamela. Me parece guay agradecer todas esas cosas.
Un abrazo!
Cada uno es libre (o eso me gusta creer) de escoger las creencias que mejor le sirvan Mario. En mi caso he elegido afrontar la realidad de lo conocido, descartando todo lo demás, porque primero solamente creo en lo que «por ahora» es comprobable, y segundo pienso que es una manera positiva de enfrentarse a las vicisitudes de la vida, pero siempre respectando plenamente las elecciones de los demás 🙂 .
Muchas gracias por aportar.
¡Un abrazo!
WWWOOOWWW…
No había leído este artículo hasta ahora y, aunque es obvio, ahora mismo sólo puedo decir que la historia me parece absolutamente impresionante.
Hace algunos años veía la muerte como el suceso supremo de mi vida al que me resistía con todas mis fuerzas, negándome incluso a reflexionar sobre ella.
En los últimos dos años, mi visión de nuestra fase final ha cambiado por completo. Ahora la veo y acepto tal cual es: un proceso natural irremediable e, incluso, necesario, ya que, de no darse, este mundo sería del todo insostenible.
En lugar de pensar tanto en la muerte, hace algún tiempo decidí enfocarme más en la vida y en el gran regalo que supone cada nuevo día, ya no sólo por el «simple» hecho de respirar, sino por el tener la oportunidad de vivir un nuevo desafío y asimilar nuevos aprendizajes cada día de mi vida.
Intento disfrutar de lo que me apasiona, de lo que desborda mi corazón… Llenarme de lo que consigue hacerme sentir yo misma y dedicar mi tiempo a aquello que creo que merece la pena. Y abrazaré mi muerte cuando sienta que ha llegado, pero hasta que ese momento llegue… Intento acostarme cada día con la tranquilidad de que podría irme hoy mismo y sentirme satisfecha.
Y eso, amigo mío, no tiene precio.
Un fuerte abrazo!
Ali
¡Hola Alicia!
Yo creo que tener siempre bien presente que somos seres mortales y de existencia limitada, es decir, saber y aceptar que vamos a morir, y que esto supondrá nuestra desaparición total sin posibilidad de retorno, nos ayuda a adoptar esa actitud que tan bien describes de enfocarnos en la vida y el momento, aprendiendo así a apreciar los dones y las oportunidades que disfrutamos.
Y por eso no puedo más que felicitarte por cultivar dicha actitud.
Muchas gracias por compartirla.
¡Un fuerte abrazo!
Sin ir más allá creo que el ateo ve la vida de una forma más terrenal, si algo debe hacer lo hace sin aferrarse a una fuerza superior que lo ayude o lo contenga… El ser humano siempre a través del tiempo ha querido aferrarse a Dioses y cosas que lo hacen sentir más seguro, el miedo a lo desconocido te hace creer en cosas que no ves, pensando en que la ayuda proviene del mundo de la divinidad, lo que no sabe el hombre es que él está facultado para ser su gran ayuda, su cuerpo es su templo y su poder..
Desde que falleció mi padre veo la muerte de una forma diferente, tu cuerpo se pierde en la naturaleza, se vuelve abono, no hay vida, cuando un ser muere simplemente queda en nuestra mente y corazón, pero el día que nosotros nos vayamos poco a poco ese ser dejará de existir para siempre, a no ser que deje un legado o una historia que plasme en la humanidad.
Totalmente de acuerdo Jessica.
El ateo actúa sin aferrarse a una fuerza superior y eso significa que asume la responsabilidad de sus actos y decisiones, y que acepta la realidad tal cual es y se presenta, lo cual, a mi modo de ver, es mucho más sano y enriquecedor que pedir la ayuda divina (o explicaciones) cada vez que lo que acontece no es de nuestro agrado.
Como bien dices la superstición, el miedo y la ignorancia del funcionamiento de las cosas es lo que ha conducido al ser humano hacia la supuesta seguridad de la fe en que existe una entidad divina que mueve los hilos. Afortunadamente el desarrollo y avance tanto de la ciencia como de la tecnología, nos está ayudando a comprender el universo que habitamos, y los procesos que en él se producen, con lo cual nos vamos acercando cada vez más a una mayor comprensión de éste, y a una menor influencia de la superstición y el miedo.
Lo que verdaderamente nos hace crecer y más fuertes, no es la creencia en un más allá liberador, sino la aceptación del más acá, de lo que es. Así de sencillo y así de difícil para muchos.
Muchas gracias por aportar tu punto de vista Jessica, me ha gustado mucho tu comentario 😉
¡Un abrazo!
Joder Juanito, lo mio contigo va a ser amor – odio.
Esto pienso yo:
Los alpinistas tienen una necesidad absurda de subirse donde no les llaman. Necesitan cubrir algún vacio emocional y lo hacen ejecutando alpinismo extremo, menuda tontería. Ponte ayudar a los demás, haz alguna misión humanitaria que requiera un riesgo parecido y dejen de dejar la montaña llena de basura, que es lo único que consiguen, como a ti te gusta decir, eso es una verdad como un puño. BA-SU-RA! Y sino vete a ver como estan las faldas del himalaya. Puta verguenza.
Quieres hacer alpinismo extremo Pa qué?! Sean más humildes y disfruten de la vida plena y feliz con retos, naturalemnte más modestos, adptados al ser humano. Esto es igual que haber «impuesto la necesidad» de querer sacar el puto petroleo de miles de metros de profundidad de la tierra para joder la superficie. Pa qué !?!?
Dicho esto, yo NO veo la forma de justificar que no existe ningún diós o entidad superior por el hecho de que al alpinista ateo no se le haya ocurrido pensar en ello en el momento extremo. Sencillamente tenia una creencia más arraigada de que no, que de que si. Desde mi punto de vista eso no demuestra nada.
Creo que no has tenido demasiadas experiencias con personas al borde de muerte, tampoco demasiadas con experiencias propias cercanas a la muerte, y ni has sufrido ningún duelo personal cercano a muerte. Siendo esto así, evidentemente es mucho más fácil de creer el empirismo científico. O me lo demuestran que yo lo vea o nada.
Quizá algún día cambies la forma de interpretar todo esto, dejes de leer Ayn Rand y su objetivismo, y seas un poco más condescendiente con otras creencias.
Yo creo que necesitar la demostración empírica a día de hoy, es falta de experiencia y cultura general, incluso científica.
Podría detallar esto pero me extendería demasiado. Quizá algún día en un artículo.
Bueno, Saludos.
Con este artículo no pretendo demostrar la inexistencia de ‘dios’ Kiko, creo que a quién corresponde demostrar la existencia de ‘algo’ es a quién cree en ello, y no a quien no cree (la carga de la prueba se le llama a esto).
Cada uno es libre de creer en lo que prefiera y yo seré respetuoso siempre que reciba respeto a cambio. Lo único que aquí expongo es la historia de un alpinista para que quién quiera reflexione sobre el tema, sin más.
Y por último te diré que he estado con personas cercanas a la muerte, he sufrido más de un duelo personal por la muerte de alguien querido, y también he mirado a la muerte ‘a la cara’ en más de una ocasión, y todo eso no ha hecho más que reafirmar y consolidar mi postura de ateo.
Un saludo.
Creo Juan que se saca fuerza de donde ni sabe uno que la tiene.
No pienso demasiado en la muerte. No tiene solución, no sé cuando llegará, no sé si me vendrá bien el día que decida ser el punto final de mi vida.. pero como no tiene solución…. pues a otra cosa.
Lo que da miedo es ser consciente de la muerte como el vacío total, no la propia muerte en sí.
No sé si me acordaría de personas a las que he querido, o quiero, de mi casa en Nueva York, de mi perro o si tararearé una canción de Shakira… lo que si sé es que yo también hubiese seguido caminando hasta llegar al campamento base, aún con la incertidumbre de no saber si lo alcanzaría…. porque eso es la vida… un camino, que no sabemos si llega a algún lado o no, pero el camino está para andarlo, lucharlo y disfrutar de él. Eso es todo.
La vida es un auténtico regalo Ana, y el hecho de estar vivos significa haber ganado el mejor premio de la mayor de las loterías de modo que… ¿seremos tan osados como para desperdiciarlo?