Las innumerables oportunidades, ventajas y comodidades de que disfrutamos en las sociedades modernas han contribuido más bien poco a mejorar nuestro estado de ánimo y a nuestra felicidad, y lo peor de todo es que la mayoría de la gente está perdida porque todavía no se ha dado cuenta de ello.
La triste realidad es que toda esa ‘ensalada social’ nos está jodiendo bien porque no sabemos mezclar sus ingredientes para que el resultado nos pueda resultar satisfactorio y aprovechable.
A menudo nuestro esfuerzo por ser más felices y más libres lo único que consigue es encadenarnos haciéndonos todavía más desdichados. Y es precisamente nuestra ansia por eliminar la inseguridad, la incertidumbre, la tristeza o la negatividad lo que hace que nos sintamos más inseguros, tristes, angustiados e infelices.
Así de paradójico.
Como decía John Stuart Mill:
Pregúntate si eres feliz y te alejarás de serlo.
¿Por qué?
Que te quede claro de una vez…
No es lo que tenemos o lo que nos pasa lo que determina nuestro estado de ánimo, sino que son nuestras creencias al respecto, nuestro enfoque y actitud ante las circunstancias de nuestra vida.
Es ahí es dónde se encuentran las raíces de todos nuestros sinsabores y sufrimiento, y es desde esa aceptación que debemos ponernos a trabajar.
La tiranía del positivismo
Algunas personas creen ciegamente que el pensamiento positivo es la receta definitiva para la curación de todos sus males. Luchan por ponerlo en práctica cada día repartiendo sonrisas por doquier e imaginando su mundo perfecto sin darse cuenta de que esta actitud les dejará ‘con el culo al aire’ cuando las cosas no salgan como esperan.
Y te puedo asegurar que las cosas no salen como uno espera un montón de jodidas veces.
La tiranía del positivismo puede conducirte hacia una vida insatisfactoria e infeliz, es así de sencillo. Y esto sucede porque se basa en enterrar emociones como la tristeza, la frustración o la melancolía que sin embargo resultan esenciales para prepararnos para los acontecimientos ‘menos agradables’ de la vida.
No solo tienes derecho a sentirte como te de la gana, sino que además dejar que todas tus emociones fluyan, sean del tipo que sean, te conducirá hacia el verdadero desarrollo personal y la plenitud como ser humano.
No estoy diciendo que adoptar una actitud positiva ante la vida sea algo perjudicial en si mismo porque si lo hacemos de una manera equilibrada, sin postureos ni obsesiones de por medio puede…
- Ayudarnos a aceptar la realidad y a enfrentarnos a lo que venga.
- Darnos claridad para saber hacia dónde vamos.
- Reforzarnos e impulsarnos hacia la consecución de nuestros objetivos.
- Permitirnos disfrutar más y tener una mejor calidad de vida.
Pero resulta que encontrar ese equilibrio pasa ineludiblemente por sustituir los unicornios por rinocerontes, y por desgracia los rinocerontes están a punto de extinguirse lo que quizá sea ya una señal.
Hacia el equilibrio
La ‘ciencia del positivismo’ promulga que la mejor forma de alcanzar nuestros objetivos consiste en visualizar que ya los hemos conseguido, que todo ha salido a la perfección y que ya estamos en el país de las maravillas.
Intenta que instauremos en nuestra mente una imagen idealizada con el destino soñado pretendiendo así clarificar nuestra meta y allanarnos el camino.
Pero resulta que concentrarte de esta manera en los resultados deseados puede acabar por sabotear nuestros esfuerzos para alcanzarlos, ya que un exceso de optimismo sobre el futuro no nos va a ayudar cuando las cosas no salen como esperamos. Muy al contrario, nos va a perjudicar porque estaremos menos preparados para aceptarlas y para afrontarlas.
Alguien decía que cuando hablas con alguien todo lo que venga después de un ‘pero’ es una mierda, en este caso la mierda es lo que va delante.
Además este tipo de visualización positiva promueve la total identificación con nuestros pensamientos. Un culto al final feliz y triunfal que refuerza la idea de que la felicidad pertenece a un momento distinto del presente, cuando la realidad es que ‘el ahora’ es lo único que tenemos, y el único momento dónde deberíamos buscar nuestra satisfacción.
Cuanto más intentes evitar el sufrimiento más sufrirás y más te frustrarás, porque es cuando las cosas más pequeñas e insignificantes te van a torturar en proporción a tu miedo a fracasar.
El pensamiento positivo persigue la certeza y la seguridad de saber lo que nos deparará el futuro, pero resulta que la naturaleza esencial de la realidad y de la vida es la inseguridad y la incertidumbre, y todos nuestros intentos por cambiar eso están abocados al desastre.
La premeditación de los males
Ya he remarcado que son nuestras creencias, ideas y pensamientos los que nos hacen sufrir, por eso lo que necesitamos para dejar de hacerlo es aprender a pensar desterrando nuestros juicios irracionales.
El que las cosas no salgan como esperamos, por doloroso que pueda resultar, es positivo para nosotros porque nos acerca hacia la incertidumbre, que es la verdadera naturaleza de la realidad y lo que nos ayudará a enfrentarnos a la vida tal y como es.
Buscar la seguridad y la certeza permanentemente nos aleja de la esencia de las cosas, que es cambiante e inestable, y al mismo tiempo nos dice que el deseo de encontrar la seguridad y la sensación de inseguridad en realidad son lo mismo.
Hace más de dos mil años ya sabían mucho de todo esto los Estoicos, que promulgaban que nada de lo que nos sucede en la vida es justo o injusto sino que es necesario, y que no hay nada mejor que aceptarlo sin hacer juicios morales subjetivos, asumiéndolo como parte de nuestro camino de aprendizaje.
Cuando no hay nada mejor que pensar en lo peor
La filosofía estoica pasa bastante de positivismos y sin embargo nos habla de una técnica llamada ‘premeditación de los males’ o ‘visualización negativa’ como la mejor forma de apreciar lo que tenemos y de enfrentar los desafíos de la vida.
Consiste básicamente en contemplar, visualizar y encararse directamente con la posibilidad del fracaso, de ponernos en ‘lo peor que puede pasar’ como la fórmula más eficaz de prepararnos para lo que venga.
¿Y por qué?
- Porque si buscamos desterrar el fracaso de nuestras vidas tendremos una comprensión distorsionada acerca de lo que cuesta conseguir el éxito.
- Porque la experiencia emocional de fracasar nos puede ayudar y servir de trampolín para alcanzar una felicidad más profunda y duradera.
- Porque apreciaremos mucho más el éxito si antes nos hemos embadurnado de fracaso.
- Porque disfrutaremos mucho más de las cosas si experimentamos y tenemos presente lo que implica carecer de ellas.
Resulta que cuanto más consciente te hagas de que la vida es finita y de que te vas a morir, cuanto más presente lo tengas, más la valorarás y menos probabilidades habrá de que la malgastes en distracciones inútiles ¿no te parece?
Pues por ahí van los tiros… y también las escopetas.
Si invertimos tiempo en imaginar vívidamente y con exactitud qué es lo que podría salir mal en ‘nuestro plan’ probablemente descubramos que nuestros temores suelen ser exagerados, lo que nos impulsará en la búsqueda y obtención de nuestros objetivos.
Casi siempre ponerse en lo peor es bastante preferible a fingir que no podría llegar a suceder.
Y es que la felicidad que se alcanza a través del pensamiento positivo puede resultar fugaz y frágil, sin embargo la ‘premeditación de los males’ genera una mayor y más fiable tranquilidad que nos preparará ante cualquier acontecimiento que se produzca.
De modo que si te parece ya podemos bajar de los unicornios, empezar a admirar a los rinocerontes… y ponernos manos a la obra.
[Foto de portada realizada en Eisbachwelle, Munich, Alemania]
Hola,
Menos mal que me obsesionen los comportamientos humanos y quise entender el porqué escogiste una introducción bien provocadora aunque sea un buen cebo.
Me gusta saber que el pensamiento negativo y el positivo van junto y ambos son necesarios para encontrar un equilibrio relativo. Ser realista e imaginar que las cosas pueden no funcionar y siempre preguntarnos lo positivo que nos aporta lo que no ha funcionado, lo que hemos aprendido de ello y como nos puede hacer crecer, avanzar.
Muchos hablan del regalo escondido, me gusta esta idea. Y finalmente así no queda mucho negatividad sin alejarte mucho de la realidad.
Pues me alegro de haberte provocado Marie, así puedo contarte que mi estilo directo no es deliberado o fingido, sino natural y coherente con cómo soy y pienso. Y de paso también puedo felicitarte por cultivar una actitud equilibrada dónde no ves fracasos sino regalos y oportunidades de aprendizaje.
¡Un abrazo!
No puedo estar más de acuerdo….gracias por el artículo. Por fin alguien que piensa como yo, realista, y no en el happy happy forever jajajaja…..Mil gracias de nuevo 😉
Gracias a ti por hacerme llegar tus ‘realistas vibraciones’ Eva.
Da gusto conectar 😉
Hola Juan!
Bueno, ya me conoces un poco y sabes que yo soy más de positivismo que de realismo, simplemente porque eso es lo que mejor me ha funcionado en mi vida.
Aunque comparto contigo muchas de las cosas que dices, puesto que con esto del pensamiento positivo a rajatabla nos la cuelan por todos lados.
El caso es que a mi me va mucho mejor el positivismo, aceptando que no sólo vale con pensar positivo. Si quieres algo y quieres que salga bien, tienes que pasar a la acción y aceptar lo que venga. Aceptar lo que venga.
No creo que sea una cuestión de ser positiva o negativa, sino de que cada persona encuentre la fórmula que mejor le sirva para enfrentarse a la vida. Y cuando deje de servirte ¡la cambias!, ¿qué hay de malo?
El hecho de que yo sea una persona que va más en la línea del positivismo no significa que no me detenga a cabrearme o llorar, que no sepa aceptar cuando las cosas me salen mal y que me auto engañe con un mundo rosa, para nada. Significa que prefiero ver el vaso medio lleno y que si por el camino se vacía más de la cuenta, intento recuperarme de la mejor manera posible y esforzarme por volverlo a llenar.
Igualmente me encanta lo que escribes, aunque a veces no concuerde demasiado con mi forma de pensar. Pero es precisamente eso lo que nos enriquece como personas, escuchar y respetar la forma de pensar y vivir de los demás.
Un abrazo Juan
Muchas gracias por pasarte y aportar Tania (como siempre 😉 ).
Con este artículo no pretendo crucificar ni desterrar el positivismo, que como dices puede funcionar muy bien, lo que trato es de advertir de las consecuencias que puede tener radicalizarse en esta postura y perder la noción de la realidad, y con ella la aceptación de que las cosas muchas veces no son como queremos que sean.
Al mismo tiempo que sugiero siempre la búsqueda de un equilibrio, propongo otro tipo de estrategia que pudiera resultar ‘positiva’ para encarar las vicisitudes de la vida, y que es la que da título a esta publicación.
Como bien dices cada cual ha de probar y quedarse con lo que mejor le funciona, y si deja de funcionar evolucionar para cambiarlo, no hay absolutamente nada de malo en esto, al contrario, creo que ese es el camino y la actitud de aceptación y respeto hacia una diversidad que nos enriquece.
¡Un fuerte abrazo!
Hola Juan, acabo de pasar una experiencia de este tipo, con mi hija hablaba de postivismo y realidad, la parte del positivismo tenía que ver con soldar una fractura y poder ir a un viaje con los scouts, la otra parte no la llamaba pensamientos negativos, la llamaba realidad, que no pudiera ir. Ha podido ir.
Me hace gracia también la forma en que hablas de unicornios y rinocerontes, justo hablaba así hace unos días de una bonita cicatriz de la que estoy recuperándome. va en mi forma de ser, cuando me refiero a ella le veo hasta forma de sonrisa, y pienso que ha llegado para dejarme algún aprendizaje.
Gracias por tus post
Gracias a ti por tu aportación Chus.
El positivismo suele resultar ‘positivo’ cuando se sabe manejar con sensatez y equilibrio, porque con actitud positiva y manteniendo ‘los pies en el suelo’ nos impulsamos hacia nuestros objetivos pasando a la acción.
Lo que planteo en el artículo es por un lado lo bueno de esta actitud positiva sensata, y por otro lo también bueno de ponernos en lo peor para estar preparados para aceptar lo que venga.
En el caso de tu hija una actitud positiva probablemente ayuda a hacer lo posible por recuperarse para ir de campamento, pero probablemente no prepara para el caso de no haber podido ir. ¿Cómo te sentirías en este caso? ¿Cómo lo enfrentarías?
En ese punto es donde yo coloco el mensaje de que pensar en lo peor nos prepara por si sucede, y además nos ayuda a darnos cuenta de lo que tenemos, agradeciéndolo y apreciándolo.
Es en parte un tema de adaptación (adaptación hedonista que dicen los psicólogos).
Cuando te acostumbras a tener algo dejas de apreciarlo y valorarlo porque lo das por sentado y ni te das cuenta de ello (casa, pareja, ropa, comida, familia…etc). Pero si visualizas que lo has perdido te darás cuenta de su valor y esto te ayudará a apreciarlo y a sentirte agradecido por poder disfrutarlo.
No vemos el mundo tal cual es, lo interpretamos, y por eso cicatrices y rinocerontes pueden ser tan preciosos para unos como horribles para otros.
¿Dónde está la belleza?
Donde quieras encontrarla.
¡Un abrazo!
Como penúltimo post por leer de tu archivo, me ha parecido un artículo sublime. Cierto es que en algunos puntos estoy en desacuerdo pero durante toda la lectura de Aprendizaje y Vida esta disyuntiva ha sido una de las muchas cosas apasionantes que he vivido, además de la enriquecedora experiencia y de que siempre hayas contestado a cada uno de de los comentarios, redondeando la comprensión de temas que a veces han sido realmente duros y que tocan lo más hondo de lo emocional.
Definitivamente, y después de leer mucho al respecto, es totalmente cierto que nuestras creencias determinan nuestro enfoque y nuestra actitud ante la vida… creencias que en ocasiones no llevan a sufrir intensamente.
Para evitar este sufrimiento, que insisto, a veces es nada «llevable», nos lleva al positivismo extremo, objeción que considero más concisa para lo que tu defines como actitud positiva.
La raíz de nuestro sufrimientos es no haber sabido identificar la tristeza la frustración y la melancolía cuando estas se han presentado…. entre otras cosas porque ni las sabíamos reconocer. Al no estar preparados para el fracaso adoptamos esa actitud de positivismo radical que nos hace proyectar en el futuro buenas expectativas que el presente no nos ofrece. No está mal si sabemos como enfocarlo porque este sistema nos puede salvar en el presente de una agonia y un tristeza que nos podría hundir en la en la miseria, y sabemos que algunas personas no saben como salir de ella.
La incertidumbre y la inseguridad son constantes en la vida pero no podemos estar pensando en ello todo el día porque no nos dejaría vivir, igual si pensamos todo el día que vamos a morir.. los planes a largo plazo también son buenos compañeros de viaje, fuente de alegría y satisfacción cuando se ven cumplidos tanto como si no, porque el verdadero logro es haber apostado y haber trabajado por ellos.
Después de varias experiencias de «fracaso», seguía viendo este hecho como sinónimo de derrota, en lugar de verlo como como una segunda oportunidad de de buscar una alternativa interesante, Desarrollé, hace años un método a utilizar en estas situaciones, una filosofía propia basada en pensar en lo peor y recibir lo mejor aunque ahora pienso que también vine muy bien pegar un par de puñetazos en las mesa y cagarse en la puta madre de todo para dejar de recibir lo peor y pensar como alcanzar lo mejor.
Cierto Ana, los extremos (y los extremismos) no suelen resultar nada saludables, así que podemos convenir en que lo realmente perjudicial no es una actitud positiva sino un positivismo exagerado (o exacerbado). Y lo mismo podemos aplicar en cuanto a dónde ponemos la atención (ya sea en la vida, en la muerte o en lo que se nos ocurra). Como siempre la clave está en el equilibrio, pero resulta que no todos nos equilibramos en la misma medida, ni de la misma forma, así que cada cual ha de buscar su ‘fórmula mágica’.
El verdadero logro para mí es aceptar y aprender a vivir con consciencia desde esa aceptación, algo que nos permitirá una mayor comprensión de la realidad y de nosotros mismos, y que nos dejará trabajar, como tú dices, por todo aquello que queremos conseguir.
Alguien dijo una vez que ‘no existe el fracaso, tan solo resultados’, y enfocándolo de esta forma es como podremos analizar esos resultados desde una perspectiva productiva con el fin de modificar nuestras conductas en aras de alcanzar resultados diferentes. Esa es la actitud tras la que se esconde el verdadero éxito.
BUen post da bastante que pensar